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Niños no vacunados y vulnerables provocan un aumento de epidemias letales

Por todo el mundo se propagan grandes brotes de algunas enfermedades que matan principalmente a los niños. Es una lamentable consecuencia de los estragos causados a los sistemas sanitarios durante la pandemia de COVID-19 que ha dejado más de 60 millones de niños sin una sola dosis de las vacunas infantiles habituales.

A mediados de este año, 47 países reportaban epidemias de sarampión, a diferencia de las 16 naciones en la misma situación en 2020. En la actualidad, Nigeria enfrenta el mayor brote de difteria en su historia, con más de 17.000 casos sospechosos y casi 600 fallecimientos hasta la fecha. Doce países, desde Afganistán hasta Zimbabue, informan que está en circulación el virus de la polio.

Ahora, muchos de los niños que no se vacunaron están desactualizados en sus programas de inmunización habituales. De acuerdo con Gavi, la organización que ayuda a financiar la vacunación en países de ingresos medios y bajos, los “niños que no tienen ninguna dosis” representan casi la mitad de los fallecimientos infantiles por enfermedades prevenibles mediante vacunas.

Otros 85 millones de niños no están totalmente inmunizados como resultado de la pandemia; es decir, que solo recibieron parte de la batería habitual de dosis que se requieren para estar protegidos por completo de alguna enfermedad en particular.

El costo de no llegar a esos niños es cada vez más evidente. Según un nuevo informe de la Organización Mundial de la Salud y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, en comparación con el año anterior, los decesos por sarampión aumentaron un 43 por ciento (a 136.200) en 2022. Las cifras de 2023 indican que, una vez más, el total podría ser el doble de esa cifra.

“La disminución de la cobertura de las vacunas durante la pandemia de COVID-19 nos lleva directamente a esta situación del aumento de enfermedades y muertes infantiles”, señaló Ephrem Lemango, director asociado de inmunización de la Unicef, la cual apoya la entrega de vacunas a casi la mitad de los niños de todo el mundo, cada año. “Con cada nuevo brote, aumenta la cifra en las comunidades vulnerables. Tenemos que actuar rápido ahora y hacer las inversiones necesarias para poner al día a los niños que no vacunamos durante la pandemia”.

Madres y bebés esperan turno para vacunarse en Accra, Ghana.Credit…Natalija Gormalova para The New York Times

Uno de los mayores retos es que los niños que no recibieron sus primeras dosis entre 2020 y 2022 ahora son mayores que los del grupo etario que se ve habitualmente en los centros de atención médica primaria y en los programas regulares de vacunación. Se requerirá un impulso adicional y nuevas inversiones para llegar a ellos y protegerlos de enfermedades que fácilmente pueden volverse fatales en países que tienen los sistemas sanitarios más precarios.

“Si nacieron dentro de un cierto periodo, ya no las recibieron, punto; y no los van a vacunar con solo restaurar los servicios normales”, señaló Lily Caprani, directora de promoción a nivel mundial de Unicef.

Unicef le está solicitando a Gavi 350 millones de dólares para la compra de vacunas con el fin de atender a esos niños. La junta directiva de Gavi considerará la solicitud el mes entrante.

Unicef está exhortando a los países a implementar una campaña de vacunación de actualización, que es un programa excepcional individual para llegar a todos los niños de entre 1 y 4 años que no fueron vacunados.

Muchos países en desarrollo tienen alguna experiencia en llevar a cabo campañas de actualización para sarampión, las cuales se dirigen a niños de entre 1 y 5 años, o incluso de entre 1 y 15 años, como respuesta a los brotes. Pero ahora estos países tienen que poner las demás vacunas, capacitar al personal —por lo general, trabajadores de la salud comunitarios que solo están acostumbrados a vacunar a bebés— y conseguir y distribuir las vacunas en sí.

Lemango comentó que, pese al apremio de la situación, habría sido un problema hacer planes para poner en marcha esas campañas y que esperaba que la mayor parte pudiera integrarse en 2024.

“Después de la pandemia, quedó una suerte de resaca; nadie quería hacer campañas”, explicó. “Todos querían regresar a la normalidad y realizar la consolidación normal de la inmunización, pero ya teníamos asuntos pendientes”.

En algunos países, como Brasil, México e Indonesia, los sistemas de salud se han recuperado de las graves disrupciones de la covid y se han recuperado e incluso superado algunos niveles de vacunación previos a la pandemia. Pero otros —la mayoría países en donde las tasas de vacunación ya eran considerablemente menores que las metas establecidas por la Unicef— no se han recuperado a dichos niveles, de por sí bajos.

Entre los países donde la mayoría de los niños no han recibido ninguna dosis están Nigeria, Etiopía, India, República del Congo y Pakistán. Muchos países con los niveles más bajos de cobertura enfrentan complejos desafíos, como los conflictos civiles en Siria, Etiopía y Yemen; la creciente población de refugiados por cuestiones del cambio climático en Chad; Sudán, por su parte, enfrenta ambos problemas.

Priscilla Obiri, enfermera de salud comunitaria encargada de las vacunas en la clínica de Teshie en Accra.Credit…Natalija Gormalova para The New York Times

La experiencia de Ghana es representativa de los desafíos que tienen muchos países de bajos ingresos. Los padres de familia no pudieron llevar a sus hijos a la vacunación de rutina cuando las comunidades estaban confinadas para protegerlas contra la covid, y cuando se quitaron esas restricciones, muchos padres seguían apartados por miedo a contagiarse, señaló Priscilla Obiri, una enfermera comunitaria a cargo de la vacunación en comunidades pesqueras de bajos ingresos en el borde de la capital, Acra.

De los niños que Obiri atiende en estos días en un puesto de vacunación ambulante, donde pone una mesa y algunas sillas a la sombra en las intersecciones, hasta una tercera parte de ellos tiene su esquema de vacunación incompleto o, en ocasiones, no tiene ninguno, comentó. Para llenar esta brecha, ha acordado con sus madres llevar a cabo un plan.

Pero algunos padres no traen, o no pueden traer, a sus hijos. “Tenemos que salir a la comunidad y buscarlos”, explicó.

Mientras Obiri y sus colegas intentan recuperar el terreno perdido, también tienen que enfrentar otro reto: las campañas de desinformación y dudas sobre las vacunas de covid se han desbordado y debilitado parte del entusiasmo tradicional de que los padres tenían que llevar a sus hijos a las vacunaciones de rutina, de acuerdo con el Proyecto de Confianza en las Vacunas, una iniciativa de investigación de larga duración de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.

“Entre 2015 y 2022, hubo una caída estrepitosa de la cantidad de personas que decían que la vacunación de rutina era importante para los niños en 55 países”, señaló la directora del proyecto, Heidi Larson, cuyo equipo recabó lo que ella calificó como datos de encuestas globales sólidos” en más de 100 sondeos representativos a nivel nacional.

Incluso cuando la gente de todo el mundo estaba en busca de información sobre las vacunas, hubo un aumento de la desinformación. Además, la información equivocada, y las personas que tenían poca confianza en las autoridades y en las directrices oficiales eran particularmente propensas a creerles a las fuentes de información alternativas.

En 2015, el 95 por ciento de los padres de familia de Ghana dijeron que creían que las vacunas son seguras. Esa cifra cayó a 67 por ciento en 2022. Para octubre de este año, esa cifra había vuelto a subir a 83 por ciento.

Sebi llevaba vacunas en una hielera de camino a instalar la clínica itinerante de Teshie.Credit…Natalija Gormalova para The New York Times

Kwame Amponsah-Achiano, el médico que supervisa el programa de vacunación infantil en Ghana, señaló que no creía que la confianza hubiese caído durante la pandemia de covid. La demanda sigue siendo alta y ha superado la capacidad de suministro que tiene el programa en algunas zonas, añadió.

Caprani aseveró que Unicef había descubierto que ambos problemas estaban sucediendo en paralelo.

“Puede haber una demanda que no solo supera el suministro físico de las vacunas, sino el acceso a ellas (un acceso práctico, costeable y asequible) y, al mismo tiempo, también una cierta disminución de la confianza”, comentó. “No se trata necesariamente de las mismas personas”.

El año pasado, 22 millones de niños se quedaron sin la vacuna de rutina contra el sarampión que se administra en el primer año de vida (una cifra que supera en 2,7 millones a la de 2019). Además, 13,3 millones no recibieron la segunda dosis. Para lograr la inmunidad de rebaño y evitar brotes, el 95 por ciento de los niños deben contar con ambas dosis. El sarampión, debido a que es altamente contagioso, sirve como un sistema de alerta temprana ante las brechas de inmunización.

“Hay comunidades donde un brote de sarampión es mala noticia y comunidades donde es una sentencia de muerte, debido a la combinación con otros factores de riesgo como malnutrición, acceso deficiente a la atención sanitaria, acceso deficiente al agua potable”, dijo Caprani.

Stephanie Nolen cubre la salud global. Ha informado sobre temas de salud pública, desarrollo económico y crisis humanitarias desde más de 80 países. Más de Stephanie Nolen


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